Rubro 3
01 . 25 . 2024

Marc Jean Dourojeanni: Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria, La Molina, Lima, Perú.

En estos días en que se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental vale la pena recordar a tres personajes que hicieron obras fundamentales en el campo de la educación ambiental en el Perú: Antonio Brack, Norman Simmons y Bárbara D’Achille. El primero y la tercera son bien conocidos por todos los peruanos. Lamentablemente se sabe menos del segundo. Pero los tres abordaron el manoseado tema de la educación ambiental de una forma diferente, realista, con resultados tangibles y perdurables. Y los tres estuvieron relacionados a Pronaturaleza.

El conocimiento es la única puerta abierta a la participación de la sociedad en cualquier asunto. No basta saber que hay un problema, ni siquiera es suficiente que sean sus víctimas. Es indispensable que los ciudadanos sepan su causa, dimensión y las opciones para enfrentarlo. Deben poder tener opiniones propias sobre lo que ocurre. Es decir, deben actuar políticamente, criticando, apoyando o combatiendo las acciones públicas o privadas que inciden en el ambiente y, principalmente, deben hacer lo que el ambiente precisa a través de todos sus actos personales o familiares, inclusive los del día a día, como economizar agua y energía en casa, tener menos bichos de estimación o no despejar residuos en cualquier lugar. Deben proceder con la urgencia y la energía que la situación demanda y, por cierto, deben ser proactivos e, inevitablemente, perseverantes. Deben, finalmente, tener plena conciencia del enorme impacto que ocho mil millones de personas, cada una de las cuales quiere más y mejor, tienen en el pequeño planeta que habitamos.

Escribí “manoseado” a propósito. De una parte, como se ha visto, la educación ambiental es absolutamente esencial, ahora más que nunca antes, porque la inmensa mayoría de los humanos vive en ciudades aisladas de la naturaleza de la que, sin embargo, depende totalmente. De otra, la multitud de políticas, planes, programas y proyectos de educación ambiental que consume gran parte de los esfuerzos y recursos dedicados a cuidar del ambiente suele ser parcial, dogmática, poco o nada propositiva y de baja calidad, es decir que no brinda la visión holística que es indispensable para actuar con cierta eficacia. Aunque, obviamente, hay excepciones.

Dos de los personajes citados no solamente tuvieron un enorme impacto en la sociedad nacional gracias, precisamente, a practicar una educación ambiental integral, capaz de generar dudas y respuestas alternativas y sensatas. Me refiero a Antonio Brack y a Bárbara D’Achille.  El primero, es sin duda, el principal educador ambiental que el Perú ha conocido. Para comenzar él, más que un científico, era un maestro de vocación y profesión. Él produjo textos escolares desde su estadía en la escuela normal. Pero, en 1975, escribió el libro “El Ambiente en que Vivimos”, su obra maestra educativa. Un libro que fue reimpreso más de 15 veces y del que se vendieron más de cien mil ejemplares en el mercado formal y mucho más, en el paralelo. Cada tema, en ese libro, es colocado en su contexto y para cada tema se discuten las opciones. Este libro, simple, claro y bien ilustrado, ha orientado las vocaciones de miles de peruanos hacia las ciencias naturales. Pero ese fue apenas uno de sus casi 30 libros, de los que gran parte fueron, exactamente, plenamente educativos.

Brack, además, produjo otra obra maestra de educación ambiental. En efecto, el Canal 7 de TV le propuso producir y dirigir un programa para generar conciencia sobre temas ambientales, eco-negocios, áreas protegidas y experiencias exitosas. Así, entre los años 2004 y 2008, produjo 80 programas de TV denominado “La Buena Tierra”, cada uno de una hora de duración.  Brack se encargaba de conseguir los fondos, hacer lo contactos y escribir los guiones, resultando en un gran éxito de audiencia.  Este programa ahora forma parte de las bibliotecas de las universidades como material didáctico y se encuentra a la venta en ediciones pirata en varias rincones del Perú. Antonio Brack recorrió todo el país, identificando las iniciativas más destacadas de sostenibilidad ambiental. El Canal 7 le proporcionaba un apoyo muy limitado y eso implicaba esfuerzo redoblado por parte de Brack que inclusive usaba su propio vehículo para los viajes. Ese material, que estudia todas las facetas del problema ambiental detectado, y que con esa base hace propuestas claras, concretas y sensatas, es precisamente lo que falta en la educación ambiental convencional.

Antonio Brack no solo escribía, sino que era un profesor activo, en las aulas. Lo fue en muchas universidades peruanas tanto antes como, especialmente después de ser ministro. Además, enseñaba en todo momento, durante sus viajes, durante sus conferencias, en las reuniones sociales y, en verdad, fue maestro hasta en sus intervenciones en el Consejo de Ministros, donde el presidente y los demás ministros siempre lo escuchaban respetuosamente.  El rector de una de las universidades en las que se desempeñó, declaró “que nunca había conocido a alguien que pudiera mantener quietos y atentos a mil estudiantes durante una conferencia que duró tres horas”. Realmente, Brack era, antes que todo un maestro. Su vocación, inclusive por propia confesión, era la enseñanza.

Pero él no fue el único. Bárbara D’Achille, que estimaba mucho a Brack, siguió sus pasos e hizo algo muy similar, con su extraordinaria serie de artículos a página entera publicados en El Comercio entre los años 1983 y 1989, y con los libros que en base a ellos se hicieron. Ella, como nadie antes, hizo un periodismo educativo de altísima calidad, viajando siempre al lugar de los hechos, entrevistando a unos y a otros, nunca tomando lado y siempre analizando las opciones disponibles para resolver el problema. Todo su material estaba profusamente ilustrado, siempre a colores, incluyendo diagramas y cuadros de fácil entendimiento, tanto que sus artículos, como ocurrió con los libros de Brack, se convirtieron en material educativo que hasta la actualidad es profusamente aprovechado, especialmente en el interior del país. Como se sabe, ella fue una más de las víctimas fatales de Sendero Luminoso, como lo fue Brack, quien debió escapar de su tierra, en la Selva Central, para sobrevivir. En 1986 la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (Pronaturaleza) la honró con el Premio Koepcke al Periodismo Ambiental.

El otro personaje fue Norman Simmons, un internacionalmente conocido científico canadiense que llegó al Perú en 1986, como miembro de la asistencia técnica de Canadá para la especialidad de manejo de la fauna, en el Posgrado en Ciencias Forestales de la Universidad Nacional Agraria de La Molina. Simmons desarrolló un trabajo excepcional, no solamente en la enseñanza, sino que, asimismo, trabajó intensamente en el Coto de Caza El Angolo y en el adyacente Parque Nacional Cerros de Amotape. Viendo las carencias de las escuelitas rurales en las áreas que rodean las áreas protegidas, ideó una serie de programas a los que él y su familia, denominaron “Sueños”, buscando que la educación en ellas contribuya a obtener la participación local en las tareas de conservación.  Y, él y su familia los financiaron integralmente en cuatro comunidades, canalizando ya un monto acumulado a la fecha de algunas centenas de miles de dólares, a pesar de no ser ricos, comprometiendo para eso parte considerable del patrimonio familiar.

Con apoyo de educadores peruanos, como el lamentablemente recién fallecido Aureliano Sairitúpac, Simmons implantó, en esas escuelas, programas con elevado contenido conservacionista, en Piura y Tumbes y, del mismo modo, en Ancash y Oxapampa, llevando a los mejores estudiantes hasta al nivel universitario, mediante programas de becas, una de ellas dedicada a la memoria de Carlos Ponce, su gran amigo, fallecido en el 2007. Lamentablemente, Norman Simmons falleció pocos años atrás, pero su obra continúa. En efecto, en la actualidad, la exitosa iniciativa de Simmons está siendo replicada por el Gobierno y por Pronaturaleza que administra localmente el Fondo Simmons.

No son los únicos que merecen ser recordados, actualmente, como grandes educadores ambientales. Pero, como todos ellos estuvieron relacionados a Pronaturaleza, de una forma u otra, los hemos privilegiado. El ejemplo que nos dieron, por su originalidad, calidad e impacto perecedero, debe ser seguido y multiplicado.

Fotografías: De izquierda a derecha, Antonio Brack (Infobae), Bárbara D'Achille (El Comercio), Norman Simmons (Archivo de Pronaturaleza). Composición: Pronaturaleza.

NdR: Las opiniones expresadas en el presente artículo son responsabilidad del autor y no reflejan la posición oficial de Pronaturaleza o de alguno de sus integrantes.