Entrevistas
03 . 06 . 2025

Durante la COP16 del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) en Cali, Colombia, el Dr. Marc Dourojeanni, nuestro fundador, recibió el primer Premio Thomas E. Lovejoy. Este galardón, que honra la memoria de uno de los más grandes defensores de la biodiversidad amazónica, resalta el compromiso inquebrantable de aquellos que luchan por la preservación de esta vital región.

La ceremonia, celebrada en el Pabellón GEF de la Zona Azul de la conferencia, reunió a renombrados expertos en la Amazonía, líderes de conservación y la familia Lovejoy. Organizaciones de gran impacto, como el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), Conservation International (CI), The Nature Conservancy (TNC), Wildlife Conservation Society (WCS) y World Wildlife Fund (WWF), estuvieron presentes para reconocer y celebrar los logros del Dr. Dourojeanni y de Belén Páez, quien también fue premiada.

En esta entrevista, el Dr. Dourojeanni, quien su legado continúa inspirando a las nuevas generaciones de conservacionistas, nos comparte su trayectoria, sus experiencias y su visión tras recibir este significativo reconocimiento

¿Qué significa para usted recibir el primer Premio Thomas E. Lovejoy en reconocimiento a su trabajo en la conservación de la Amazonía?
Yo nunca esperé ganar un premio. Para mí fue una sensación curiosa. Siempre trabajé para la Amazonía o para cualquier otro lugar porque me gustaba, me parecía importante y era mi trabajo; así que nunca pensé que me recompensarían por eso. ¡Pero no cae mal! (risas). O sea, me sentí muy halagado.
Nunca pensé que ganaría un premio en la vida, dicho sea de paso. No es que no crea que lo merezca, pero ganar un premio no ocurre todos los días. Mucha gente lo merece y no lo recibe, y yo pensé que era de esos. Sí que fue una buena sorpresa.

Hablando del Premio ¿Quién fue Thomas E. Lovejoy y cuál fue su legado?
Thomas E. Lovejoy fue un forestal, graduado en la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Dedicó su vida a la Amazonía. Él comenzó haciendo unos experimentos que fueron bastante famosos, que al inicio llamó “tamaños mínimos para la conservación”, pero luego pasó a llamarlos “Efectos de borda”; es decir, analizando qué pasa en la frontera entre el desarrollo agropecuario y el bosque. Además, él es quien inventó el término “biodiversidad”. Antes decíamos “la diversidad biológica”; él lo combinó y le dio una popularidad tremenda. Otra cosa que hizo fue inventar los “Debt-for-Nature”, es decir, los canjes de dinero por naturaleza. El Perú se ha beneficiado de algunos, y él ha movido mucho ese tema. Pero todo eso fue hasta hace unos veinte años; después, él se convirtió en un famoso promotor de todo lo que tiene que ver con conservación y desarrollo sostenible en la Amazonía. Ha hecho un gran trabajo. Era una persona muy simpática, muy amable y muy conocida.

¿Usted lo conoció personalmente?
Sí, bastante. Él (Thomas E. Lovejoy) era muy amigo de mi esposa y vivíamos cerca en Washington. Lo conocí bien. La gente que trabaja en la Amazonía son muchos, pero a la vez no son muchos; nos conocemos todos. Con él hubo una buena amistad, tuvimos muchos directorios juntos.
Sí, lo conocía, pero no pensé que ganaría un premio con su nombre. Una tremenda sorpresa.

Usted ha sido llamado el “arquitecto del sistema de áreas protegidas” del Perú. ¿Puede compartir algunos de los desafíos y logros más destacados en este proceso?
Efectivamente, cuando comenzamos en los años ‘60 a diseñar el sistema de áreas protegidas, lo iniciamos en 1964. En esa época no había nada, el único parque que existía era el Parque Nacional de Cutervo, el cual no tenía ni límites siquiera; y en el año 1965, se creó el de Tingo María que tampoco tenía límites; o sea, fueron declaraciones un poco líricas.
Entonces, en esos dos años, comenzamos en la Universidad Nacional Agraria La Molina a diseñar un sistema nacional de áreas protegidas, que al comienzo era muy sencillo: solamente tenía un parque en la costa, dos parques en la sierra, que eran Huascarán y Titicaca, y dos parques en la selva, que habíamos pensado, no era recién, que eran el Parque Nacional del Manu, la Reserva Nacional Pacaya Samiria y Machu Picchu. Y eso fue el primer legado, súper simple: un parque en la costa, dos en la sierra y tres en la selva.
Obviamente, después de eso, se fue complicando, complicando… y hasta los años ‘70, que me tocó ser Director General Forestal, ya teníamos un equipo grande con muchos profesionales importantes. Ahí diseñamos la esencia de lo que hoy es el sistema nacional de áreas protegidas.
Entonces, yo no sabía que me llamaban eso (“el arquitecto de las áreas protegidas”), pero efectivamente hicimos eso (risas).

Ha trabajado con varias organizaciones internacionales, incluyendo el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza – IUCN . ¿Cómo han influido estas experiencias en su enfoque de la conservación?
En realidad, he trabajado solo para cuatro organizaciones: la Universidad Nacional Agraria La Molina y el Ministerio de Agricultura, cuando fui jefe del Sector Forestal, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Entonces, trabajé para dos instituciones nacionales y dos instituciones internacionales. He trabajado en cuatro puestos fijos importantes en mi vida.
Ahora, he colaborado ad honorem con muchísimas instituciones; entre otras, Pronaturaleza, obviamente, pero también en el Perú con otras que ya no existen; y en Brasil, con Fronatura, que es una ONG de aquí, de Brasilia. También he trabajado con O Eco, una asociación que realiza periodismo ambiental. A nivel mundial, he estado muy metido con la IUCN y con varias de sus comisiones, en especial la Comisión de Áreas Protegidas y la Comisión de la Supervivencia de las Especies. Pero, de verdad, puestos profesionales asalariados solamente han sido cuatro, los que ya mencioné.

En su discurso de aceptación mencionó que “la vida solo vale la pena y es interesante si se trata de luchar por algo más que uno mismo”. ¿Podría profundizar más en este pensamiento y cómo ha influido en su trabajo?
Del mismo modo que me sorprendió ganar un premio porque no lo esperaba. Como dije al recibirlo: Yo siempre hice lo que me gusta (risas), y mi mensaje final al recibir el premio fue rectificar eso. Yo nunca busqué un salario alto, nunca busqué una vida de lujo; quería lo que todo el mundo quiere: una casa y, bueno, vivir normal. Nunca busqué ganar dinero, pero siempre busqué hacer lo que a mí me gusta. Entonces, el mensaje final es que la vida solo vale la pena si uno hace lo que sirve a los demás y, si encima, es lo que uno gusta de hacer.
Básicamente es eso, y ese es un mensaje, bueno, no es mío, no es nuevo, pero es muy importante tenerlo siempre en cuenta. Antes de ganar un buen salario, lo importante es escoger un trabajo en el que uno se sienta a gusto, sienta que contribuye, sienta que es útil. Eso es lo que quise decir.

En su opinión, ¿cuáles son las prioridades más urgentes para la conservación de la Amazonía hoy en día?
Depende, eso se puede responder muy breve o kilométricamente, pero las prioridades siguen siendo mantener un equilibrio entre la parte de la Amazonía que hay que conservar y la parte que hay que aprovechar. Es un balance en el que nosotros, por ejemplo en el Perú, ya hemos llegado a ese balance; algunos dicen que es el 18 % o 20 % de deforestación. A partir de ahí se desequilibra el sistema para siempre. Puede que no sea eso, pero de todas maneras, el tema de base es conseguir que la sociedad acepte que una parte de la Amazonía tiene que ser preservada en su estado natural y recibir los servicios que ella presta; y la otra parte, usarla de un modo realmente sostenible. Y si es posible, que se permita también conservar la parte que se usa. Va a ser transformada, va a ser antropizada, pero no por eso tiene que hacer daño al ambiente. Eso es lo que hay que conseguir. Es establecer una serie de balances.
Esa es una forma de responder a la pregunta en breve. En detalle, habría que entrar en la reforma legal, y obviamente, tocar los temas de gobernabilidad, de corrupción, etc.

Y para terminar ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la próxima generación de conservacionistas?
El mensaje es: todo está yendo muy mal, todo está peor. En el Perú y en el mundo, con este señor que fue electo presidente de Estados Unidos. Todo está yendo de mal para mucho peor, pero hay que seguir luchando. No hay ninguna otra alternativa. Todavía el mundo no se va a acabar, todavía va a durar mucho. Entonces, aún hay mucha esperanza por delante.
La única forma de que los buenos propósitos se cumplan es luchando. Es escribiendo, es trabajando, es visitando la selva. ¡Haciendo el trabajo de cada uno! Todos los trabajos son importantes: desde el portero hasta el jefe de una organización como la fundación. El cura en la selva, el maestro en la selva. Todo ciudadano tiene un rol que cumplir. Los que recogen la basura son grandes partícipes de un mundo mejor. Y por eso repito: tiene que hacer su trabajo bien, porque nada se gana con ponerse a llorar, no hacer nada y dejar que todo vaya de mal en peor.
Yo sé que lo que una persona como nosotros puede hacer es un granito de arena, pero no importa. De granito en granito, de piedra en piedra, se han hecho las grandes cosas de este mundo. Entonces, nunca hay que callarse, siempre hay que decir lo que uno piensa y siempre tratar de hacer lo mejor posible. Cada uno en su puesto: usted en el suyo, yo en el mío.

La trayectoria del Dr. Marc Dourojeanni es un testimonio de dedicación y pasión por la conservación de la Amazonía. Su trabajo incansable y su compromiso con la preservación de la biodiversidad han dejado una huella imborrable en la región y en la comunidad internacional. El reconocimiento con el Premio Thomas E. Lovejoy no solo celebra sus logros, sino que también inspira a futuras generaciones de conservacionistas a seguir luchando por un equilibrio sostenible entre el desarrollo y la conservación. La vida del Dr. Dourojeanni nos recuerda que, aunque los desafíos sean grandes, la perseverancia y el amor por la naturaleza pueden generar un impacto significativo y duradero.