Hacer obras realmente importantes suele ser difícil. Más aún cuando ellas dependen inevitablemente de los esfuerzos coordinados de varios sectores públicos, instituciones, grupos de interés y personalidades. Para avanzar se requiere de liderazgo firme y de una conjunción favorable de hechos y de actores en los lugares y momentos ciertos. La propuesta de hacer un verdadero Jardín Botánico Nacional tiene muchas décadas y ha progresado muy lentamente. De todos, el mayor obstáculo ha sido el desinterés oficial, pero, los dos mayores problemas han sido, como es obvio, encontrar el espacio para instalarlo y el dinero para construirlo. No faltaron las oportunidades de terrenos adecuados, pero en general las entidades a cargo del espacio no tenían interés en la propuesta o, sabiendo que el financiamiento no estaba disponible, se mostraban reticentes a cederlo. Al final, gran parte de los años perdidos fueron consecuencia de ese impase. En efecto, sin disponer del terreno es difícil conseguir el financiamiento, pero sin financiamiento garantizado las entidades que custodian el terreno recelan comprometerlo.
María Angélica Matrazzo de Benavides en visita a Pronaturaleza en 2014, acompañada de Martín Alcalde y Marc DourojeanniSe puede pensar que hacer un jardín botánico es fácil y barato… un terreno con agua en el que, en base e a un jardineo, se introducen poco a poco plantas raras o exóticas. Pero no es así. Un verdadero jardín botánico, que realmente contribuya a la conservación de la biodiversidad es una obra grande, que requiere de estudios previos, planeamiento de largo plazo e inversiones muy significativas, tanto como las demandadas por un museo nacional de arqueología, que felizmente el Perú si tiene.
En las décadas previas no faltó liderazgo ni continuidad. María Angelica Matarazzo de Benavides comenzó la batalla por el Jardín Botánico Nacional en la década de 1970. Involucró, con su estilo gentil pero persistente, a unos y a otros, a todas las instituciones de la época como el SERPAR, las municipalidades, pasando por las universidades, clubes de jardines y otros aficionados a las plantas, a personalidades de la botánica del Perú y del mundo. Inclusive, en 1988, ella se acercó a Pronaturaleza. Esa participación permitió, en 1992, disponer de un terreno de 6,5 hectáreas al sur de Lima, en convenio con el SERPAR. Lamentablemente, el tiempo pasó y nada se concretó. Pero María Angélica no se quedó quieta ni callada. Continuó moviendo cielo y tierra para que la idea progrese y finalmente, en los 2013 a 2015 la idea del JBN comenzó a cuajar políticamente y a ganar más colaboradores e intereses más concretos, inclusive entre miembros del Congreso y del gobierno. Eso culminó con la creación de la Asociación Pro Jardín Botánico Nacional de Lima.
Esta entidad, hábilmente liderada, aumentó las acciones, realizando eventos con figuras internacionales, inclusive con apoyo del gobierno británico, procurando atraer el interés de los políticos y de la sociedad nacional. Se ganó apoyo más evidente del gobierno, en especial del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, del Ministerio del Ambiente y de la Universidad Nacional Agraria de La Molina. Y, volvió a acudir a Pronaturaleza para brindar apoyo técnico. Actualmente está siendo tramitada una ley que declara de interés nacional y necesidad pública la creación del Jardín Botánico Nacional del Perú y que dispone que el Ministerio del Ambiente y del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC), realicen acciones de difusión y sensibilización y elaboren los estudios técnicos preliminares y otras medidas necesarias para priorizar la creación e implementación del Jardín Botánico Nacional del Perú. Será, obviamente, una ley declaratoria, pero incuestionablemente útil para obtener financiamiento internacional.
La Universidad Nacional Agraria, La Molina, no solamente tiene responsabilidad científica y educativa en el tema de la biodiversidad y su conservación, sino que, por coincidencia feliz, es asimismo la mejor oportunidad disponible para brindar un terreno realmente apropiado para la construcción del Jardín Botánico. En efecto, la autoridad universitaria ha expresado estar dispuesta a que, bajo condiciones a discutir, se use una parte de su campus para establecerlo. Es decir que a este punto es urgente encontrar los fondos necesarios para hacer el estudio de prefactibilidad o, directamente, el de factibilidad para que en base a eso se obtengan los fondos necesario que, presumiblemente, deberán provenir de la cooperación financiera internacional. Esta, en teoría también puede financiar el estudio mencionado.
Pronaturaleza que, como mencionada está asociada a este proyecto desde 1988, vuelve a estarlo, esta vez con el encargo de ayudar a conseguir los fondos que permitan la preparación de los estudios de prefactibilidad y/o factibilidad. Estos recursos pueden provenir de fuentes públicas o de cooperaciones financieras internacionales, como pueden serlo el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o la Corporación Andina de Fomento (CAF) o binacionales, como el Banco Alemán de Desarrollo (KFW). Disponiendo de una posibilidad concreta de terreno apto para construir el Jardín Botánico, de un dispositivo legal que le otorga prioridad nacional y de un grupo proactivo de personalidades apoyándolo, todo indica que se está, finalmente, en el camino cierto para hacer que este sueño se transforme en una realidad.