Rubro 3
12 . 01 . 2023

Marc Jean Dourojeanni: Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria, La Molina, Lima, Perú.

Suele haber confusión entre las expresiones “extinción” y “extinción comercial” de las especies económicamente aprovechadas de plantas o animales. En este caso se tratará de los árboles de la Amazonia que, debido al bien conocido caso de la explotación del shihuahuaco, se ha popularizado en tiempos recientes. Se enfatizará en el hecho de que la extinción comercial no necesariamente significa la extinción pero que, en la mayoría de los casos, es una etapa previa a la pérdida total de la especie y, casi siempre, a la disrupción del rol de la especie en su ecosistema. Y se recuerda que eso se conoce en el Perú desde las épocas colonial y republicana temprana, con el caso del árbol de la quina y en la primera mitad del siglo pasado con el palo rosa y el ulcumano. Pero muchos otros árboles valiosos han y/o están sufriendo del mismo proceso.

En primer lugar, la extinción es, en todo caso, un proceso. Ninguna especie desaparece del planeta de un día para el otro… salvo en el caso de cataclismos universales. Además, hay especies que no existen más en la naturaleza pero que sobreviven en condiciones artificiales, como en el caso de la chinchilla. El proceso de desaparición pasa por una serie de etapas que se han definido internacionalmente (listas rojas) y que se conocen como “con datos insuficientes”, “preocupación menor”, “casi amenazada”, “vulnerable”, “en peligro”, “en peligro crítico”, “extinto en estado silvestre” y finalmente, “extinto”. Eso se ha traducido en acuerdos internacionales como la Convención sobre Comercio Internacional de Especies de la Flora y Fauna Silvestre en Peligro de Extinción, más conocida como CITES, que distribuye las especies en sus tres apéndices, según el riesgo y las reglas para su comercio. El Perú aplica esas normas. Lo importante es saber que, a nivel mundial, desde 1750 han desparecido de la naturaleza más de 571 especies de plantas. Y, por eso, los anexos de CITES ya incluyen el caso de 6.000 plantas y de 30.000 animales. Varios de los árboles que se mencionan en esta nota están incluidos en las listas rojas o en los apéndices CITES.

Maquina usada para destilar madera de palo rosa abandonada en el bosque.: Foto tomada de Internet

La extinción comercial más antigua y mejor conocida en el Perú es la del árbol de la quina (Cinchona officinalis)[i], que se produjo, como secuela de su exitosa aplicación en beneficio de la marquesa de Chinchón para aliviar sus fiebres palúdicas. La fama de las propiedades de la corteza de ese árbol se propagó por todo el mundo y generó en los siglos XVII, XVIII y comienzo del XIX una explotación descontrolada y masiva que provocó la eliminación de los mejores ejemplares y su rarificación a nivel de toda su área de distribución. Ya al comienzo de la segunda guerra mundial era muy difícil encontrar árboles de la quina y, de hecho, ya estaba siendo reproducido en plantaciones en otros continentes. Sin embargo, en 1951 el Perú todavía exportó 41,2 TM de ese producto, lo que en esa misma década fue disminuyendo rápidamente. En 1968 ya no se le mencionaba en las estadísticas. Es solo recientemente que, con ocasión del bicentenario republicano, ha resurgido el interés por esta especie pues, ella tiene otros usos importantes.

Otra bien conocida extinción comercial de árbol amazónico es la del palo rosa (Aniba roseadora) cuya madera, además de su hermoso color fue extremamente demandado para producir un aceite esencial que, entre otros, tiene una gran concentración de lináloe, ideal para la fabricación de perfumes, jabones y cosméticos, por lo que alcanzó furor en las décadas de 1950 y 1960. Así, esta especie que era un árbol dominante en el bosque, ha sido literalmente arrasada, especialmente en el Perú, pero también en los países vecinos. Como en el caso de la quina, no importaba mucho su tamaño y todos los ejemplares eran talados, reducidos a astillas y sometidos a destilación para extraer el aceite. Las principales destilerías estaban ubicadas en Iquitos y Pucallpa. En 1954, por ejemplo, el Perú habría exportado 66TM de aceite esencial lo que en 1960 alcanzó a 111TM, en este caso apenas desde Iquitos. En 1968 llegó a una producción máxima de 4.185TM a nivel nacional, disminuyendo paulatinamente y llegando a un promedio de 249TM/año entre 1970 y 1972. En 1991 no figuraba más en las estadísticas.  El palo rosa aún existe, en especial en los departamentos de Loreto y Pucallpa, pero su población está muy fraccionada, inclusive en términos etarios y de distribución diamétrica, con pocos ejemplares adultos y mala regeneración natural[ii]. Es decir que sigue en peligro. De otra parte, la silvicultura de la especie en Perú, Brasil y Guyana Francesa, presentan resultados alentadores, impulsándose su aprovechamiento a partir de plantaciones comerciales ex situ. La extracción de aceite de ramas y hojas, para no tumbar los árboles, también tiene buenos resultados. El trabajo más avanzado, en Perú, se está llevando a cabo en Tamshiyacu (Loreto)[iii]

Otra especie forestal que tuvo el mismo destino es el ulcumano (Podocarpus = Retrophylum rospigilosi), ahora más conocido como romerillo, aunque bajo ese nombre se trata de más de una especie. El ulcumano, un árbol gigante de la Selva Alta y Ceja de Selva, a más de 1.500 msnm, que podía encontrarse en manchales, aunque en general está disperso. Ha sido extremamente explotado debido a que sus rodales eran muy accesibles y a que su madera, siendo una conífera, era muy apreciada. Y sus renovales fueron destruidos para cultivar café y otros cultivos. Ostentaba grandes concentraciones en la Selva Alta Norte, especialmente en San Ignacio, pero esa misma especie u otras cercanas (diablo fuerte) han sido extraídas en toda la Selva Alta, sin control y por décadas. En 1954, la extracción de ulcumano aún representaba el 12,6% de la producción nacional de madera aserrada, apenas superada en volumen por el cedro. En 1981 solo se produjo 720m3. y, en el compendio estadístico forestal 2010-2020[iv], ni siquiera se le menciona. Hasta su nombre común, “ulcumano”, que era bandera comercial de las grandes madereras limeñas, como Luis Guillermo Ostolaza, Sanguinetti y Dasso y Ciurlizza Maurer, ha caído en desuso.

El cedro (Cedrela odorata) es una especie de crecimiento relativamente rápido que, por eso, ha atravesado la historia maderera del Perú siempre con una gran producción sin mayores sobresaltos, aunque con picos en 1976 (134.602 m3)y en 1990 (132.343 m3). Debe enfatizarse el hecho de que bajo la sombra de esa especie suelen incluirse varias otras también del género Cedrela. Aun así, hubo argumentos científicos para su inclusión en el Apéndice III de CITES.  El caso de la caoba (Swietenia macrophylla), incluida en el apéndice II de CITES es diferente pues, su población natural, ya venía declinando alarmantemente desde la década de 2010, año en que solo se produjo 3.112 m3 después de un pico de 105.270 m3 en 1998. Esta especie muy valiosa, que es pariente del cedro, tiene un crecimiento más lento. Aunque con alguna dificultad, debido a la plaga conocida como barreno de los brotes, ambas especies son perfectamente cultivables, lo que se viene haciendo en una escala lamentablemente reducida.

La historia forestal del Perú se caracteriza, como la de otros países tropicales, por una secuencia de “booms”. Esos son las especies elegidas por el mercado entre centenas de especies maderables, para sustituir las más populares que comienzan a escasear en el bosque y, por tanto, a quedar más caras. Su aceptación nacional e internacional puede ser lenta o muy rápida, pero siempre alcanza un paroxismo seguido de una caída, debida al agotamiento de la especie en el bosque. Entre otros, destacan el caso del tornillo (Cedrelinga catenaeformis), de la cumala (Virola spp.), del ishpingo (Amburaba cearensis) y, especialmente, el de la lupuna (Ceiba pentandra, Ceiba spp., Chorisia), que se usa para desenrollado. El boom más reciente es el caso del shihuahuaco (Dipteryx micrantha, Dypteryx spp.)[v]. En 1954 solo se produjo 4.317 m3 de tornillo, pero en 1998 se alcanzó el récord de 263.116 m3. Especies como la cumala, el ishpingo y la lupuna no existían en las estadísticas de productos forestales de la década de 1950 y apenas aparecían, con volúmenes mínimos en las de finales de 1960.  Pero a partir de la década de 2000 se produjo un drástico aumento de la producción de cumala que, por ejemplo, en 1998 fue de 168.807 m3 volumen en el que se mantuvo hasta 2015, cuando alcanzó 213.733 m3. La producción de ishpingo en 1998 era de 28.943 m3 pero de apenas 4.039 m3 en 2015 y ese año la de lupuna alcanzó 153.491 m3.

El boom del shihuahuaco, el más reciente, centrado en la especie Dipteryx micrantha, ha sido particularmente explosivo pues, hasta la década de 1980 era comercialmente desconocido.  En 1991 solo se registró la producción de 1.748 m3 la que creció a 35.664 m3 en 2004 y a 183.019 m3 en 2015, manteniéndose próximo a ese volumen desde entonces. Es una verdadera hecatombe para una sola especie de árbol de crecimiento particularmente lento. La apertura de carreteras explica parte de la situación pues el shihuahuaco no flota y, aunque posible, su transporte menor por balsas es más difícil. No hay duda que el mantenimiento de la producción de especies sujetas a esos booms se debe a la continua apertura de vías de extracción y de transporte en bosques naturales y que, tarde o temprano, la extracción selectiva a la que se las somete cobrarán la cuenta y que ellas también pasarán al estado de extinción comercial.

Puede tranquilizar saber que aún existen árboles de quina, palo rosa y ulcumano en la Selva peruana. Pero esa es una falsa sensación. La extinción comercial implica, en todos los casos, la eliminación de la función de las especies afectadas en el ecosistema respectivo. Tanto el ulcumano como el palo rosa y el shihuahuaco y las otras especies mencionadas son árboles grandes, algunos de ellos verdaderos gigantes antiguos, que soportan o se asocian a universos vitales peculiares, es decir miles de especies que dependen de ellos. Su eliminación selectiva sobre inmensos espacios implica la extinción local, regional o eventualmente nacional de cientos de otras especies, en general pequeñas que, frecuentemente, ni son conocidas por la ciencia. Y, en todo caso, implica cambios drásticos en los procesos geo bioquímicos, desde aspectos obvios como la regeneración y la composición del bosque y de su fauna asociada, hasta el reciclaje de nutrientes y las relaciones con la atmosfera y el ciclo del agua. Y, lo peor, es que inclusive si esos arboles fueran ahora preservados, transcurrirían milenios antes de que los bosques vuelvan a ser como eran antes y … probablemente ni siquiera serían los mismos.

[i] Como suele ocurrir con los nombres comerciales o populares, hay más de una especie involucrada y además los nombres científicos pueden ser sinonimias.
[ii] Kometter R. 2022. Rescatando a la especie Aniba rosaeodora Ducke, “Palo rosa”. Lima. https://www.researchgate.net/publication/370100942_Rescatando_a_la_especie_Aniba_rosaeodora_Ducke_Palo_rosa
[iii]  Rengifo E L y J Campos. 2007. Perfil de plan de manejo de palo de rosa (Aniba rosaeodora Ducke) Localidad de Tamshiyacu, distrito de Fernando Lores Provincia de Maynas, departamento de Loreto
Perú. IIAP. Iquitos. http://www.iiap.org.pe/Archivos/publicaciones/PUBL1341.pdf
[iv] http://www.iiap.org.pe/Archivos/publicaciones/PUBL1341.pdf
[v] Varias de los nombres vulgares mencionados corresponden a más de una especie similar o próxima. El primer nombre citado es el que representa la mayor parte de la producción.

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