Rubro 3
03 . 14 . 2023

Puede parecer un contrasentido que animales domesticados puedan estar en camino a la extinción o ser a cada día más raros. La domesticación, casi siempre iniciada hace milenios, tiene por objeto aportar alimentos y otros productos al ser humano o servirle para llevar carga. En principio, los animales domesticados que son comida humana no corren riesgo, pero la situación de los usados principalmente para transporte, bien sea personal como el caballo o para carga inerte, como mulas, asnos y burros y, de paso, también la llama, es diferente. En efecto, esos animales han perdido gran parte de sus funciones a partir del momento en que los humanos pasaron a movilizarse y a transportar sus cargas en vehículos motorizados. Y, por eso, sus poblaciones han caído drásticamente en todo el mundo e inclusive en el Perú, excepto en Australia, donde por el contrario los asnos son una grave amenaza al ambiente y a la agricultura.

Debe se recordar que asno y burro o borrico no son lo mismo, aunque sea difícil diferenciarlos y que, para efectos de esta nota, se les trata como un solo animal. El asno (Equus africanus asinus) es el animal que fue domesticado hace unos cinco mil años antes de Cristo en el Cuerno de África (Etiopia, Somalia, Eritrea). El burro es el resultado del cruzamiento de un asno macho con un caballo hembra, es decir una yegua (Equus ferus caballus). El burro hembra es una mula. Ambas especies son muy próximas y a lo largo de la historia se ha producido un número enorme de razas. En África aún existen unos pocos asnos salvajes, críticamente amenazados de extinción, que se caracterizan por las patas rayadas, como las cebras, de las que asnos y caballos son parientes próximos.

Durante milenios los asnos domesticados, así como los burros y mulas fueron la base del transporte terrestre de carga y también de personas. La población de esos animales debió alcanzar números enormes pues fueron llevados a todos los países del planeta, independientemente del clima o de la altitud. Esos animales fueron esenciales para el transporte de minerales desde las minas andinas hasta los puertos del Pacífico del mismo modo que en el Brasil los movieron desde el interior hacía los puertos del Atlántico. Hasta la primera guerra mundial los asnos y burros, especialmente las mulas, fueron pieza clave de la logística de los ejércitos de todo el mundo.

Asnos salvajes, ya muy raros. Obsérvese las patas con rayas. Foto O Livro da Natureza:

La población de asnos y burros fue estimada una década atrás en unos 44 millones, es decir muy pocos. En efecto, vale la pena comparar esa cifra con el hecho de existir 8 mil millones de humanos o 1 400 millones de cabezas de bovinos y, en cambio, apenas 50 mil orcas y tan solo 1 400 gatos andinos que son animales encaminados a la extinción. Pero esa población de asnos y burros, que ya era una fracción de lo que existía un siglo atrás sigue decayendo a gran velocidad. Por ejemplo, tan solo en lo que va del presente siglo, se estima que el número de burros y asnos ha caído un 76% en China, 53% en el Kirguistán, 37% en Bostwana y 28% en el Brasil. En México, de 1994 a 2010 el número de se redujo en 61.9 %, al pasar de un millón 527 mil ejemplares a 581 mil[1]. Pero la reducción más drástica de estos animales ha sido en Europa y en Quenia y Ghana. Por ejemplo, en España entre 1960 y 1999 la población de burros pasó de 732 mil a 55 mil y la de mulas de 1, 1 millones a apenas 28 mil[2]. Varias razas autóctonas españolas se encuentran en evidente peligro de extinción. La mayor población restante se encuentra en África y, bajo condiciones excepcionales, en Australia. En este último país, como mencionado, los asnos ferales o remontados se han convertido en una grave plaga, con terribles consecuencias ambientales y económicas, por su impacto en la agricultura[3]. Es decir que, exceptuando por el momento a este último país, el destino de los asnos y burros en el mundo es incierto.

Aunque deben existir, el autor no encontró estadísticas del número de asnos y burros que hay en el Perú. La población de equinos, que incluye caballos, fue estimada para 2019 en 1,7 millones distribuidos en todo el territorio. Otra fuente indica que en 2018 existían 750 mil caballos en el Perú. Por tanto, la población de asnos, burros y mula del Perú podría llegar a un millón de individuos, aunque es de suponer que existan mucho menos que eso pues la mayor parte de esa cifra deben ser mulas. Hoy, los asnos o burros son exclusivamente de uso rural, especialmente en las zonas áridas como la Costa Norte, pero es evidente que cada día son más raros.

Si bien en el Perú esos animales desaparecen por tener menos utilidad debe recordarse que en muchos países los burros son sacrificados por su carne. Algunos de los más famosos salames italianos eran confeccionados con su carne y la de los pollinos se vendía junto a la de caballos criados para su beneficio en carnicerías especializados de varios países europeos, como Bélgica y Francia. Y, claro, China es un gran consumidor de carne de esos animales que, también allí, es considerada gourmet. Tanto que han reducido drásticamente la población nacional y que ahora la importan especialmente de África, donde la matanza de este animal es creciente para abastecer la demanda insaciable del pueblo chino.  Pero, además, las pieles de burro como las de caballo, cuando procesadas, producen una gelatina que es considerada por los chinos como afrodisiaca, entre otras cualidades de medicina tradicional que, por eso, importan anualmente 4,8 millones de pieles de burro de África, a lo que hay que sumar que el 20% de los burros arreados desde el interior hasta los lugares de abate muere en el camino. Y no es sólo eso. En el año en curso se encontró a 7 mil penes de burro que estaban siendo traficados de Nigeria a China[4]. También hay demanda por la leche de las burras que es considerada, desde la antigüedad, como un alimento y un medio de baño especial.

La situación de asnos y burros en el Brasil, como dicho, es alarmante. Apenas de 2011 a 2012 el nordeste, donde estos animales son parte esencial de la cultura popular rural, se registró un descenso de 7,4% de la población, lo que en el estado de Pernambuco alcanzó 22,7% y en el de Bahía, 9,3%.  Tan grave es que se han desarrollado esfuerzos para revitalizar la crianza y el uso de burros en forma industrializada. En 2017, como parte de una negociación internacional, se reguló el abatimiento de asnos en Bahía y con financiamiento chino se habilitaron tres mataderos para ese servicio[5]. El objetivo, más que la carne era, el cuero para fabricar el producto antes mencionado, llamado ejiao que supuestamente combate desde el envejecimiento hasta la falta de apetito sexual femenino. Pero esta operación fue cancelada por decisión judicial ante la evidencia de que solo contribuía a acelerar la reducción de la población. Ocurre, además, que la reproducción de estos animales es lenta. Como alternativa se han propuesto programas que se basan en las virtudes y alta demanda de leche de burra, así como de quesos y otros productos a partir de esta[6].

La situación de asnos y burros ha inquietado a los ambientalistas y, claro, a los protectores de animales. Desde 1969 existe en Inglaterra un Donkey Sanctuary, que acoge a ejemplares abandonados o en desuso que de otro modo serían sacrificados[7]. Esta iniciativa se ha multiplicado en muchos países de Europa y en otros continentes y es muy importante para las muchas razas que, contrariamente a la población en general que aún es significativa, están ya muy próximos a desaparecer o que ya no existen. Muchos países africanos han prohibido la exportación de burros, siendo Senegal el primero en 2016. Le siguieron Burkina Faso, Mali y Níger, al igual que Ghana a principios de 2017. Desde entonces, Gambia, Etiopía, Tanzania, Botsuana, Chad, Uganda, Zimbabue, Namibia, Sudan, Sudán del sur y Nigeria han adoptado algún tipo de restricción[8]. Pero éstas no evitan completamente la matanza y varios otros países no han tomado ninguna medida. Todo apunta, pues, a que si no se encuentra una forma de aprovechar sosteniblemente este animal, que ya brindó tantos servicios a la humanidad, pueda ser otro que no sobreviva a la falta de respeto por la vida que caracteriza la sociedad actual.

Esta nota pretende recordar que la extinción no solamente ronda a plantas y animales salvajes que, claro, son los más susceptibles debido a la destrucción de los ecosistemas en que viven y a la caza. También afecta, cada vez más, a plantas y animales domesticados apenas por el desuso de los mismos. La situación de las plantas domesticadas es, dicho sea de paso, mucho más grave que la aquí descrita. La intromisión de criterios puramente económicos, a veces guiados por modas o intereses espurios ya ha provocado que millares de variedades de plantas domesticadas y cientos de razas de animales domesticados ya no existan, reduciendo peligrosamente la diversidad genética original o lograda a través de miles de años de esfuerzos de selección.  Este tema es de fundamental importancia en un país agro biodiverso por excelencia como el Perú.