Rubro 3
01 . 20 . 2025

Marc Jean Dourojeanni: Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria, La Molina, Lima, Perú.
Fotografía de portada: vietnam.vn

La última década, que trajo la geométricamente creciente proliferación de incendios forestales en todo el planeta y, en especial, el último mes que vivió la destrucción parcial de la ciudad de Los Ángeles, donde más de una docena de miles de viviendas de madera desaparecieron consumidas por el fuego que saltó del bosque a las avenidas y calles arboladas, ponen en jaque varios de los principios de la forestería. En efecto, se supone que cuidar de los bosques y plantar árboles tanto en el campo como en la ciudad es indispensable, saludable y económicamente importante. Del mismo modo se asume que las casas construidas con madera tienen muchas virtudes, entre ellas no ser impactadas por los sismos… y, según los arquitectos forestales, hasta mantener en pie su estructura si se quema.

¿Qué mensaje cabe ahora ofrecer? El bosque amigo y protector puede convertirse en un peligro mortal si nos atrapa cuando está en llamas, contamina gravemente el aire y malgasta en pocas horas los millones de dólares invertidos durante décadas para cuidarlos o crearlos. Las tan promovidas casas de madera, económicas, de construcción fácil y rápida, lindas por dentro y por fuera, resistentes al fuego y a las termitas e indestructibles ante los terremotos, se queman como palitos de fósforo. Y no importa si ellas son de pobres o de los más ricos y famosos del mundo. Todas se queman igual.

Es obvio que gran parte de esos incendios son consecuencia de los cambios climáticos que imponen períodos de sequía más prolongados y extremos. Pero siendo evidente que para mitigar ese problema es necesario, precisamente, cuidar más de los bosques y restaurarlos o plantarlos en todo lugar en que eso sea posible, lo ocurrido deja muchas dudas. En efecto, más de uno va a opinar que eso no vale más la pena o que, haciéndolo, se aumentan los riesgos.

¿Qué debe o puede hacerse para resolver este círculo vicioso? Lo cierto es que no hay varita mágica. De una parte, es, si, indispensable cuidar de los bosques que quedan y plantar muchos árboles más, en los campos y, claro, en las ciudades también. De otra, la nueva realidad climática y social (densidad de población e incremento de incendios criminales) implica un planteamiento diferente y más cuidadoso sobre cómo, qué, cuándo y dónde se realizan tanto el cuidado de los bosques existentes como, en especial, la creación de nuevos. Más aún, cuando los árboles se plantan en zonas urbanas donde las viviendas son principalmente de madera. Las estrategias, técnicas e instrumentos están disponibles y son, en general, muy bien conocidas, aunque no siempre aprovechadas. Los gobiernos y las empresas deben insistir en aplicarlas y financiarlas.  Debe, además, existir cuerpos de bomberos forestales bien entrenados y equipados, aunque, como visto, si la prevención no es adecuada, de poco sirve su sacrificio.

El caso de California con residencias de madera insertas dentro del bosque natural o colindando con este es frecuente en toda América del Norte. Eso es un privilegio que, como visto, puede costar muy caro. Es probable que, a raíz del desastre ocurrido, se dicten normas más estrictas para su edificación, así como para la arborización urbana. Felizmente, en el caso peruano, ese tipo de urbanismo es poco común y, si ocurre, suele ser en la Selva donde los bosques son más húmedos. Además, en otras partes las viviendas son de materiales menos susceptibles al fuego.

Es indispensable que los sectores de educación y construcción, así como el ambiental, forestal y rural de cada país hagan un esfuerzo excepcional para contrarrestar el rechazo a los bosques que los sucesos de California, entre otros, provocarán. Se debe, pues, recordar la necesidad de los bosques e insistir en que, si estos se planean y manejan adecuadamente, los riesgos de incendios son menores o, por lo menos, muy inferiores a los beneficios ambientales y económicos que proveen.

NdR: Las opiniones expresadas en el presente artículo son responsabilidad del autor y no reflejan la posición oficial de Pronaturaleza o de alguno de sus integrantes.