Marc Jean Dourojeanni:
Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria, La Molina, Lima, Perú.
Gran parte de los hermosos colores y danzas de las aves se relacionan con sus hábitos reproductivos. Pero, lo que atrae a hembras y machos entre las aves, también es un poderoso imán para una casta humana muy especial: los bird watchers u observadores de aves que se caracterizan por ser un tanto fanáticos.
Sin embargo, son buena gente y su afición los ha hecho importantes para el turismo y la conservación de la naturaleza, que, por cierto, sin este último aspecto, ya no quedarían aves que observar. O quizá sí, pero sólo gallinas, pollos y pavos. Por eso, los que adoran los pájaros son forzadamente un poco o muy ambientalistas.
Y, claro, los bird watchers se concentran donde escuchan que las aves abundan. Uno de esos lugares en el Perú, es la carretera en su tramo entre Paucartambo y Pilcopata, en Cusco.
La ruta administrativamente conocida como CU 113, que une el Cusco con la selva de Madre de Dios. Pero el trecho que nos interesa es más corto, con 113 km, y lo que atrae a los fans aviarios de todo el mundo a esa parte es la diversidad y abundancia de aves multicolores y raras, muchas de ellas especies endémicas, que se distribuyen en los muchos pisos ecológicos que se presentan a través de una bajada de 2.765 metros, entre los 3.455 y 690 m.s.n.m. Y, además, la vía ha sido recientemente asfaltada lo que, como se verá, tiene ventajas y desventajas. También cabe señalar que existen algunas facilidades a lo largo de la carretera, en especial unos pocos alojamientos, hoteles o lodges rústicos, dos de los cuales son sostenidos por organizaciones ambientales no gubernamentales. Todos muy cómodos y donde los más serios watchers, birders o “pajareros” en español, se instalen por algunas noches y pasen el día (desde la madrugada hasta la noche) cargando binoculares y toda clase de artefactos fotográficos, filmográficos y fonográficos. Solo cargar todos esos equipos, sin mencionar las caminatas o el pasar horas inmovilizado y hablando poco para no espantar a las bellezas aladas, representa un esfuerzo físico notable. Todo pajarero es, queriendo o no, sea joven o viejo, un deportista.
Fue interesante ver cuán importante es esa afición para la economía local. En efecto, la casi totalidad de los ocupantes de los lodges son pajareros de diversas nacionalidades, que no son solo la consabida mayoría de norteamericanos, ingleses y japoneses, sino que inclusive hay visitantes hasta de la India o provenientes de la China.
Además, cada grupo, que por lo general son apenas parejas, viene acompañado de un guía y de un chofer y, por cierto, es simpático verlos a todos comiendo y conversando juntos democráticamente, aunque los alojamientos de unos y otros sean diferentes. Esa modalidad, prácticamente, duplica la ocupación de los alojamientos y, aunque es evidente que los guías llevan clientes a los hoteles, el costo es cargado a los clientes que, al parecer, lo pagan gustosamente. Fue fácil observar que si bien la mayor parte de los guías son realmente cuajados en el oficio y saben lo que dicen, no faltan otros que son meros charlatanes. Los guías deberían hacer un esfuerzo mayor por certificarse y eso implica mucho más que hacer chamullar en inglés y disfrazarse de explorador. Sin embargo, en su conjunto, apreciar el ecoturismo desencadenado por los pájaros fue reconfortante.
El camino que se menciona parece haber sido reconocido internacionalmente como la “mejor vía del mundo para observación de aves”. Para quien ha recorrido ese camino varias veces en cada una de las cinco décadas transcurridas entre la década de 1970 y la actual, la cosa no es tan bonita. Los visitantes actuales creen, a pies juntos, que lo que ven es selva virgen y, peor, algunos malos guías les hacen creer que están viendo el Parque Nacional del Manu. Todo eso es mentira. Lamentablemente, casi todo lo que ven ahora es vegetación secundaria o extremadamente degradada. Todos los árboles grandes o nobles han sido extraídos hace mucho tiempo y la mitad más alta fue usada intensamente, y sigue siéndolo en menor grado, para mantener ganado vacuno a pesar de las pendientes extremas. Otras porciones sufrieron cultivos de rocoto, granadilla y maíz a plena pendiente, ocasionando gran erosión. A pesar de que en los últimos años esas actividades se han reducido, aún hoy se ven claramente las cicatrices de esas actividades económicas, algunas de ellas transformadas en cárcavas expuestas o en campos de helechos. En otras, la vegetación se ha recuperado y exhiben vegetación secundaria consolidada. Pero el ciclo económico continúa e inevitablemente, algunas chacras nuevas aparecen, a partir de deforestar esa vegetación secundaria o purma.
Por otro lado, esa carretera no está en el Parque Nacional más famoso del Perú. En realidad, pasa al lado. Apenas coincide en su esquina más alta, en el lugar llamado Acjanaco, donde hay un puesto de control y un engañoso cartel que, sin querer queriendo, da a entender que se entra al tal Parque, lo que realmente ocurre si se va a la izquierda, pero no cuando se sigue por la carretera que, por un trecho largo, corre paralela al límite del Parque.
Lo increíble es que lo queda de la naturaleza original y que soporta las aves, en especial si se la deja en paz, sigue siendo una de las bajadas a la Amazonia que está mejor conservada en el Perú, es decir donde los paisajes aún son espectaculares. Todas las demás, como la de Huánuco a Tingo María o de Tarma a La Merced han sido radicalmente arrasadas, convertidas en paisajes serranos con algunos eucaliptos miserables en lugar de la increíble belleza natural que la estupidez, la injusticia y la pobreza han destruido para siempre. Injusticia y pobreza, sumadas a la ignorancia, porque esos son los factores que arrojan a miles de campesinos andinos pobres y sin alternativas sobre esa parte del país.
Estupidez, porque esa zona de bosque nublado y de pendientes extremas nunca debió siquiera ser tocada ya que es clave para la retención del agua que los ríos voladores traen de la Amazonia, donde se acumula y es devuelta poco a poco, todo el año, para las partes bajas donde se desarrolla la agricultura y crecen las ciudades. Estupidez porque esa área no tiene ningún potencial económico directo. En cambio, además de retener el agua, su biomasa almacena mucho carbono frenando el cambio climático y protegiendo los suelos evitando la formación de aluviones y de otros desastres. También alberga una de las diversidades biológicas más impresionantes del planeta. Es decir, esa parte del Perú es fuente inagotable de especies útiles para la biomedicina, la industria y la ciencia y, por si lo anterior fuera poco, exhibe paisajes grandiosos. O sea, tienen casi todo lo necesario para impulsar el turismo, más aún por su proximidad al Cusco, al Parque Nacional del Manu y al Área de Conservación Regional Q´eros Kosñipata. Todo eso, sin derrumbar un solo árbol, significa miles de millones de dólares para la economía nacional que, oficialmente, prefiere no contabilizarlos. En el Perú sólo vale “árbol talado”, “pez hecho pescado” y “jaguar convertido en abrigo”. El estoque natural de la flora y la fauna no vale nada. El futuro tampoco importa mucho.
Gracias a Dios, ese trecho de camino cusqueño, pese a las agresiones pasadas, aún mantiene parte de sus valores originales o en cierta medida los ha recuperado. Y el bird watching lo está poniendo en valor. Ahora el tema es, pues, mantenerlo y, si es posible, mejorarlo. Pero enfrenta muchos problemas y riesgos. La carretera, recientemente asfaltada, pero estrechísima, es decir con una sola vía de rodamiento, es usada de ida y vuelta cuando, lo lógico, es que sea un día de subida y otro de bajada, salvo excepciones. Así, se ha convertido en una de las vías más peligrosas del país por la alta velocidad que los imprudentes allí desarrollan pese a los cientos de curvas y enormes precipicios. Peor, no tiene ningún estacionamiento que pueda servir de mirador y los vehículos cuando se detienen en general quedan en la misma pista. Eso es un suplicio y un riesgo mortal para los “pajareros” que desarrollan su afición esquivando los bólidos. La ventaja para observar aves es que ahora no hay polvareda.
Por otra parte, el crecimiento del número de visitantes está atrayendo a nuevos invasores que se instalan a lo largo de la carretera y que, con llamativos anuncios para atraer a los visitantes, pretenden vender servicios baratos de turismo de avistamiento de aves raras en base a comederos instalados sin ninguna base técnica. Otros apenas instalan chinganas para vender bebidas y chucherías. Y para eso construyen viviendas, bares y tiendas prácticamente sobre la misma carretera creando graves riesgos adicionales para el tránsito y, de paso, deforestan nuevamente las laderas para sus chacras de maíz, banana y yuca. Si esas prácticas continúan rápidamente van a matar a la gallina de los huevos de oro.
Y hablando de oro, la minería ilegal de ese metal prolifera, pero se realiza más abajo, en los lechos aluviales, donde esa actividad está asociada al cultivo de coca para producción de cocaína que alimenta al siempre próspero narcotráfico que, en parte, invierte en la mencionada minería. Por eso, en la carretera entre Paucartambo y Pilcopata es inevitable que se crucen los turistas, los mineros ilegales, los narcos y, claro, sus huestes de chacareros cooptados. Hasta el presente, pese a la obvia ausencia de control estatal y policial, todo ha sido pacífico. Existe apenas un puesto de control del transporte de hojas de coca con dos policías soñolientos que, según las malas lenguas, se divierten disparando sus metralletas y revólveres contra los pájaros y otros bichos. Nada grave, todo tranquilo.
Es pues, una región difícil, en la que hay pocas opciones de aprovechamiento directo debido a su carácter tan accidentado, pero que tiene un inmenso valor económico por sus servicios ambientales que, además, brindan seguridad a la sociedad peruana y a la humanidad. No obstante, en compensación, por ser una región de una diversidad biológica proverbial tiene, entre sus maravillas más apreciadas, una multitud de aves diferentes. Y, vaya si tiene aves… Es un paraíso para los watchers iniciales, pues en unas pocas horas, desde el balcón de sus alojamientos pueden marcar haber visto y oído hasta unas 50 especies diferentes de aves, incluidas todas las multicolores y más atractivas. Muchas de esas especies no se incomodan demasiado con el disturbio de sus ecosistemas originales que, en algunos casos, les ha facilitado la vida. Y esa actividad económica brinda ingresos y empleo a muchos y debe ser protegida.
Resumiendo, es fundamental que el gobierno regional tome algunas medidas importantes para asegurar que esa vía siga siendo atractiva para el turismo de vista y, en especial, para el birding. Estas se mencionan a continuación:
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