Marc Jean Dourojeanni:
Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria La Molina, Lima, Perú.
Como bien se sabe, África es el continente de la macrofauna de mamíferos. No queda, en efecto, ninguna parte del mundo que le sea comparable en diversidad y densidad de mamíferos salvajes de gran porte visibles en el mismo lugar, y en general al mismo tiempo. Antiguamente, buena parte de Asia tropical y subtropical podía competir con África, pero ya no más. Hay regiones de varios continentes que aún exhiben poblaciones expresivas de grandes mamíferos, pero éstas suelen ser de una o muy pocas especies en un mismo lugar, como en el Pantanal de Brasil o de los lobos marinos en diversas costas, y claro, también se pueden mencionar vicuñas, osos, renos, lobos marinos, bisontes y ballenas u orcas. Nada, pues, compite con la enorme cantidad y diversidad de grandes animales que aún se ven, con extrema facilidad, en gran parte de África, especialmente al sureste del continente.
Por eso, África es el foco mundial de atracción para el turismo enfocado en observación de mamíferos salvajes. Y nadie que haga el viaje sale frustrado, pues, por lo menos, verá los llamados “cinco grandes”, es decir elefantes, rinocerontes, leones, búfalos y leopardos. Pero, sin duda alguna, verá muchos más y en general a tan corta distancia que casi puede tocarlos. Con algo más de esfuerzo, pero no mucho más, verá animales más raros como los gorilas y chimpancés y licaones o perros salvajes. Y se saturará viendo interminables desfiles de ñus, cebras y búfalos, así como cuerpos de agua colmados de hipopótamos y en general con muchos cocodrilos famélicos. Tampoco dejará de ver jirafas, guepardos, chacales, babuinos, facóqueros, hienas, diversos primates y, por cierto, una gran gama de hermosas gacelas como la famosa impala y, sin duda, probará la deliciosa carne de esta última. En lugares abiertos podrá, apenas girando la cabeza y la cámara en 360° registrar más de una docena de especies diferentes. Todo eso y mucho más, con pocas excepciones, lo hará en un solo safari de no más de dos o tres días, con sol o con lluvia, cómodamente sentado en un vehículo de doble tracción, durmiendo y comiendo en un alojamiento cuatro o cinco estrellas a precios muy razonables.
Dicho eso, se reitera que quien tenga un poco de dinero sobrando ganará mucho, en cultura e impresiones fuertes e inolvidables, visitando los países africanos que aún conservan su fauna original. Y son cada vez menos. La mayor parte de los países del oeste africano ya no tienen animales en números tan grandes y cada año tienen menos debido a la expansión agropecuaria y minera y a la caza furtiva. Las propagandas de esos países siguen mostrando animales que ningún turista normal verá. Pero en el este y en el sur la cosa es diferente, en especial en Kenia, Tanzania, Botsuana, Namibia, Zambia y África del Sur, pero también en otros como Uganda y Zimbabue. En esos países, especialmente los primeros seis, el avistamiento de la macrofauna está garantizado, del mismo modo que la buena calidad del alojamiento y la alimentación, así como, en general, la seguridad. Ya quien quiera ver fauna especial, puede dirigirse a Ruanda procurando gorilas de montaña o, claro, a Madagascar donde, con suerte, verá animales muy raros. En África hasta el bosque tropical húmedo y denso ofrece opciones de avistar mamíferos grandes, como elefantes, gorilas y chimpancés, entre tantos más.
Es importante mencionar que en Asia hay aún algunos rincones en que la fauna de grande porte sigue siendo visible para el turismo, como en la India, Nepal, Tailandia, Indonesia y Sri Lanka, entre otros países. Pero son espacios reducidos y el avistamiento es mucho más difícil y costoso que en África. Valen la pena pues es otra fauna, bastante diferente, aunque guarda semejanzas obvias. El rinoceronte asiático, por ejemplo, parece cubierto de una armadura de la época feudal, los tigres son tan o más impresionantes que los leones y hay muchas más aves visibles que en África. Otra diferencia es que, en el Nepal y en la India, por ejemplo, en lugar de visitar un parque nacional en una camioneta, se puede hacer a lomo de elefante. En la naturaleza todo merece ser visto.
¿Y el turismo de mamíferos en América del Sur?
América del Sur no puede, definitivamente, competir con África en ese rubro. El visitante del Pantanal, una enorme sabana inundable, se saturará viendo capibaras y caimanes y quizá vea un jaguar o una anaconda y, a gran distancia y con suerte, observará un ciervo pantanero o un lobo guará. Tampoco será difícil que vea uno que otro oso hormiguero y algún venado. Apreciar lobos de río será una gran recompensa. Pero se está hablando del Pantanal recorrido por tierra y agua, que es el único lugar de América del Sur comparable a lo que ofrece África. Y el gran Pantanal es único.
En la Amazonía, en cambio, el visitante puede caminar por horas y hasta por días sin ver nada parecido a un mamífero grande, excepto que, eventualmente, sentirá el ruido de un tapir huyendo o algunos monos aulladores o monos frailes y con suerte verá algunos puercos del monte (sajinos o huanganas) o algún venado. Los mamíferos salvajes grandes, inclusive en los parques nacionales mejor protegidos como el Manu, son avistamientos raros. Están allí, cerca y a veces se cruzan en el camino, pero no se dejan acercar y fotografiar con facilidad, como los africanos. De todos modos, la densidad y biomasa de la fauna de mamíferos amazónicos es mucho menor que la africana.
Así como África es la meca del turismo de avistamiento de grandes mamíferos, América y en especial América del Sur, lo es del avistamiento de aves. La razón básica es que ese es el continente con el mayor número de aves conocidas en el mundo. Pero también se debe a que, mientras que por lo común quien vio la megafauna africana una vez no siente necesidad de verla de nuevo, el aficionado a las aves siempre quiere ver más y mejor. En efecto, el bird watching sigue otras reglas. Una de ellas es que además de ver, fotografiar o filmar, esta afición registra todas las especies, una a una, con especial interés en las más raras, por ende, las más difíciles de encontrar. Es una mezcla de interés por la belleza especial de las aves complementada con conocimientos científicos, vocación deportiva y alimentada por la competición entre los observadores de aves revelada en las redes sociales. Por eso, al final de cuentas y sumado a otros importantes atractivos turísticos sudamericanos, esta región no pierde ante África en la captación de turistas interesados en la naturaleza.
Se habrá notado que no se ha hecho mención de otros grupos de animales que se pueden observar en cualquier continente. Por ejemplo, no se mencionó la avestruz que, por cierto, no es la única ave africana. De hecho, África está muy bien dotada de aves, algunas muy hermosas. Pero el tipo de visitación más común en esos países no facilita el avistamiento de aves pues, la mayor parte de los visitantes y en consecuencia los guías apuntan a los grandes mamíferos a los que inclusive suelen perseguir y acosar a fin de mostrarlos mejor. Es poco común que los guías africanos se interesen en mostrar las aves. Obviamente, existen disponibles tours especializados en ese grupo. Además, por ejemplo, en las costas de África del Sur son impresionantes las colonias de pingüinos. Se mencionaron los cocodrilos, pero, en África, también existen serpientes muy importantes, entre ellas algunas de las más peligrosas del mundo como la mamba negra, aunque en ese rubro compite en desventaja con Australia. Sin embargo, en las visitas convencionales, en camionetas, no es fácil ver las serpientes. En cambio, es más frecuente ver tortugas.
La gran diferencia del turismo en la naturaleza más frecuente en África con el practicado, por ejemplo, en la Amazonía o el Pantanal, es el medio de transporte. Por razones obvias, aunque existen safaris a pie, la mayor parte de este tipo de turismo africano se realiza en camionetas de doble tracción. Por lo contrario, se arriesga demasiado una embestida de elefantes, búfalos o de hipopótamos, de los que este último es el más mortífero o un ataque de algún predador inclusive leones, o un accidente con una serpiente ponzoñosa. En cambio, en la Amazonia o en el Pantanal, las visitas se hacen usualmente en lanchas y a pie. El hecho es que en la Amazonia los riesgos de hacer visitas a pie son realmente mínimos ya que, a priori, ningún animal excepto quizá alguna serpiente ponzoñosa va a tener interés en morder. En décadas de andanzas en la Amazonía el único riesgo claro sufrido por el autor fue el de una agresiva y enorme piara de cerdos salvajes (huanganas) y, andando cerca de cochas en época de nidificación de lagartos negros, ser perseguido por una madre cuidadosa. Las serpientes ponzoñosas son un riesgo discreto y, excepto la shushupe que, cuando incomodada es agresiva, suelen quedarse quietas. En cambio, hay una gran diversidad de hermosas serpientes inofensivas. Dicho de otro modo, los visitantes pueden caminar en trochas de la selva amazónica prácticamente sin riesgo.
El turismo de lo pequeño, del detalle
Esa característica de la Amazonia abre la oportunidad a otro tipo de turismo en la naturaleza. El turismo de observación de lo pequeño, de los detalles biológicos y de la belleza impar de decenas de miles de animales y plantas, muchos de los que son exclusivos a la región. Y, por cierto1, eso se suma a la observación de aves y de monos y de otros animales que, con paciencia, pueden ser vistos. Los insectos, obviamente, son un capítulo especial en el ecoturismo amazónico que, lamentablemente, aún es poco explotado por falta de guías especializados. Observar de cerca la vida de las termitas o comejenes, de las hormigas cortadoras de hoja (curuhuince o coquí) o de las hormigas militares (sitaracu) es fascinante. Ver el comportamiento de las enormes hormigas cazadoras (la isula) o de las que habitan dentro del tronco de árboles, así como de los insectos, arácnidos y miriápodos que viven debajo de las cortezas de los árboles muertos es toda una aventura que, si bien expuesta y explicada puede llenar el día del visitante con muchas pequeñas aventuras y grandes lecciones. En resumen, el turismo en la naturaleza amazónica puede ser menos espectacular que el que ofrecen los grandes mamíferos africanos, pero siendo más sutil, es igualmente interesante y, posiblemente, más educativo.
La observación de plantas, desde las que son microscópicas hasta los árboles más grandes puede parecer un tema aburrido. Pero, otra vez, todo depende del guía. En efecto, en realidad, a nadie interesa mucho la letanía sobre los usos indígenas de cada planta que la mayoría de guías amazónicos considera esencial mostrar. Aunque no está de más hablar de eso, pues es importante, el visitante no recordará casi nada de la infinidad de nombres en idiomas locales escuchados. Otra cosa sería hacer un esfuerzo para mostrar la increíble diversidad de vida que rodea al visitante, desde los troncos y las copas de los árboles hasta lo que existe debajo de la hojarasca, en el suelo superficial y en los riachos y cochas o lagos. Explicar cómo se regenera el bosque natural bien sea en el mismo bosque intocado o donde fue eliminado; mostrar los infinitos casos de simbiosis, mutualismo, parasitismo y comensalismo entre plantas y animales, estrategias de reproducción de las plantas, explicar cuánto demora un árbol en crecer y las diferencias entre los rápidos pioneros como el cetico y los lentos árboles climácicos milenarios como el shihuahuaco. En verdad, cada docena de metros andados en el bosque permite mostrar al turista una infinidad de hechos sorprendentes e intrigantes que explican la vida natural y que este no olvidará. Hacer eso, obviamente, requiere de un micro planeamiento previo por parte del guía a lo largo de las trochas escogidas.
Una nueva generación de guías
Al final, para aumentar y mantener el flujo de turistas interesados en la naturaleza en la Amazonia es preciso preparar una nueva generación de guías, mucho más capacitados, profesionales, más abiertos a interpretar la naturaleza que a mostrar solamente sus aspectos más conspicuos, como los animales de grande porte, las orquídeas más vistosas y las aves multicolores. Los verdaderos materos saben mucho, pero en general, tienen capacidad limitada para entender todo lo que vieron y aún menos para transmitir todo lo que saben. Materos expertos no son necesariamente buenos guías y, en realidad, esa no es su función. Además, muchos de los guías actuales en los hoteles de selva no fueron ni son materos. Por tanto, para competir con África en captación de turismo internacional en la naturaleza hay que desarrollar un esfuerzo grande para formar personal adecuado. Y esto, como visto en una nota previa sobre bird watching, también es una necesidad para esos guías especializados.
NdR: Las opiniones expresadas en el presente artículo son responsabilidad del autor y no reflejan la posición oficial de Pronaturaleza o de alguno de sus integrantes.